Un buen árbitro de fútbol es aquel que pasa desapercibido, no crea polémica y deja todo el protagonismo del partido a los jugadores.
Análogamente, un buen narrador es aquel que hace su función correctamente, de manera que el protagonismo de lo que se narra recae sobre los personajes y sus acciones.
A mi modo de ver, un buen narrador debe pasar desapercibido. El lector sólo debe encontrar las florituras literarias del narrador si las busca a propósito. Al lector le interesa lo que ocurre en el cuento/relato/novela, no desviemos su atención hacia un narrador pedante.
Es un fallo muy común, sobre todo entre los escritores que comienzan, el de darle protagonismo al narrador. Los errores más típicos que he detectado a lo largo de mi experiencia como lector son:
- El narrador ofrece demasiada información. Esto produce dos efectos. Primero, los personajes parecen congelados, que no hacen nada, y el texto aburre. Segundo, el exceso de información cercena toda posibilidad de crear intriga. La creación de la intriga depende de cómo coloquemos la información en el texto, pero las maneras de crear intriga es un tema tan interesante que merecerá otro post dentro de la teoría literaria. No es bueno contar todo, hay que ser selectivo y contar sólo lo relevante para nuestra historia.
- Utilizar oraciones muy largas. Coordinar y subordinar una oración tras otra puede dar lugar a un laberinto de palabras. El lector nunca debe necesitar volver a leer, así que el narrador debe asegurarse de que las frases son suficientemente simples. Mi experiencia es que, cuanto más fácil resulta escribir algo, más difícil resultará luego leerlo. Lo fácil es escribir oraciones de tres o cuatro líneas utilizando subordinaciones y coordinaciones. Lo difícil es expresar lo mismo mediante frases cortas de una o, como mucho, dos líneas. No exijamos al lector que se esfuerce en comprender nuestro lenguaje, tenemos que dejar fluir toda su atención hacia la ficción que le planteamos.
- Redacción. No basta con corregir la ortografía. Una correcta redacción es vital. El buen uso de la puntuación (puntos, comas, etc.) es vital y a veces los escritores que comienzan no le dan la importancia que merece.
¿Se os ocurren más fallos típicos?
¿Estáis de acuerdo con la analogía entre el buen narrador y el buen árbitro de fútbol?
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